21 de noviembre de 2025
El uso de las tarjetas de crédito para la compra de alimentos se expande, al tiempo que la morosidad en los pagos también crece. Caída de consumo de leche, carne y verduras.
La situación financiera de los hogares atraviesa su peor momento en 15 años. En septiembre, la morosidad de las familias volvió a marcar un récord histórico y confirmó una tendencia alarmante: cada vez más personas se endeudan para cubrir gastos básicos, incluida la comida.
Según el Informe sobre Bancos del Banco Central (BCRA) publicado este jueves, el ratio de irregularidad de los créditos para hogares trepó del 6,6% al 7,3%, el nivel más alto desde que existen registros (enero de 2010). Fue el undécimo incremento mensual consecutivo y reflejó la presión combinada de ingresos que no alcanzan y tasas de interés que siguen en niveles muy elevados.
El deterioro se concentra en dos tipos de financiamiento:
Los préstamos prendarios mostraron una suba leve y los hipotecarios se mantuvieron estables en apenas 0,9%, pero representan una porción menor del total.
El nivel de endeudamiento no sorprende si se observa la dinámica de las tasas: en septiembre, los préstamos personales promediaron casi 82% anual, por encima del 74% de agosto y muy lejos de la inflación esperada para los próximos 12 meses (cerca del 20%). Esta brecha empuja a muchos hogares a refinanciar deudas cada vez más costosas y a quedar atrapados en un círculo difícil de romper.
El ratio de irregularidad de los créditos para hogares trepó del 6,6% al 7,3%, el nivel más alto desde que existen registros (enero de 2010).
Aun con ese contexto, la demanda de crédito empieza a mostrar señales de agotamiento. El BCRA señaló que en octubre los préstamos personales registraron su primera caída mensual real (-0,3%) desde marzo, mientras que el financiamiento con tarjetas bajó 1%, afectado por la falta de actualización en los límites y la escasa oferta de cuotas.
Más allá de los indicadores financieros, la crisis se refleja en la vida cotidiana. Los datos del INDEC y los testimonios recogidos en distintos distritos del país coinciden: cada vez más familias usan la tarjeta de crédito para comprar alimentos, estirando el límite disponible para cubrir necesidades básicas.
El consumo masivo se desploma, incluso en productos esenciales. La caída es marcada en leche, verduras y carne, reflejo de salarios que no acompañan el ritmo de los aumentos en los supermercados. Con ingresos que pierden poder mes a mes, los hogares recurren al crédito para llenar la heladera, aun cuando eso implica comprometer su situación financiera futura.
El récord de morosidad se vuelve así un síntoma de un problema más profundo: un modelo cotidiano de supervivencia basado en la deuda. Las familias llegan a fin de mes pagando mínimos, refinanciando saldos y usando la tarjeta para cubrir gastos corrientes que antes se pagaban en efectivo.
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