14 de julio de 2025

IMPORTACIONES

IMPORTACIONES. Del orgullo nacional a la importación desde China: Lumilagro rompe con su propio relato

De Cristina a Milei, Lumilagro pasó de símbolo industrial a importadora y perdió más de la mitad de sus puestos de trabajo.

En 2011, el director de Lumilagro, Jorge Nadler, denunciaba en un spot de campaña de Cristina Fernández de Kirchner que la entrada de termos importados durante los años noventa había puesto en jaque a la histórica empresa argentina. "El tema es que en los 90 empezaron a entrar esos termos berretas de afuera, hechos con dos mangos, y casi nos vamos al tacho. Se quedó gente sin trabajo, un desastre", decía en aquel entonces. Catorce años después, la firma toma un rumbo opuesto al que defendía y confirma que más del 60% de su producción pasará a ser importada desde China.

La empresa, que durante décadas fue emblema de la industria nacional, atraviesa una reconversión profunda. Según explicó Carlos Bender, gerente comercial de la firma, "lo que hicimos es tener gente en China, que está haciendo, con diseño y con control de calidad de Lumilagro, productos que están por entrar al país". Esta estrategia responde, en parte, a la eliminación de aranceles antidumping y a una apertura comercial que ha intensificado la competencia con productos fabricados en Asia, de menor costo.

El impacto más inmediato de esta reconfiguración fue en el empleo. La planta ubicada en el conurbano bonaerense pasó de tener 200 trabajadores a poco más de 70. La reducción de personal se dio a través de retiros voluntarios, aunque desde el gremio del plástico y sectores industriales advierten que se trata de un nuevo caso donde la liberalización de importaciones termina por desmantelar capacidad productiva nacional y destruir empleo formal. La empresa mantiene apenas un 40% de producción local, centrada en termos con ampolla de vidrio y algunos modelos de acero inoxidable.

Durante años, Lumilagro resistió como uno de los últimos bastiones industriales en su rubro. En el spot de 2011, Nadler no sólo recordaba la crisis provocada por la apertura económica de los '90, sino que también enfatizaba que "el problema no es competir, el problema es en qué condiciones competís". En esa pieza audiovisual, la fábrica era presentada como un símbolo de recuperación, identidad y trabajo argentino. "Para nosotros es nuestra vida, nuestra identidad", agregaba, emocionado, al referirse al rol de la empresa en la vida de sus trabajadores.

Hoy, ese relato contrasta con la realidad. La decisión de volcarse mayoritariamente a la importación marca un cambio de modelo. La empresa asegura que se trata de una estrategia para seguir compitiendo en un mercado saturado de productos importados a bajo precio, pero lo cierto es que el resultado inmediato fue el achicamiento de la planta, la pérdida de empleos calificados y un paso más en el proceso de desindustrialización que golpea al sector.

El caso de Lumilagro no es aislado. Desde cámaras empresarias alertan que el ingreso masivo de mercadería extranjera en rubros donde Argentina tenía tradición productiva está reconfigurando el mapa laboral. En este contexto, la historia de la emblemática fábrica de termos se vuelve un ejemplo paradigmático del giro que ha tomado la política económica actual y sus consecuencias directas en la industria y el empleo nacional.

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