21 de diciembre de 2025
Tras el golpe de la movilización obrera y el fracaso para avanzar con la reforma laboral, la ministra busca cerrar el año con el Presupuesto para disimular una derrota política que ya es inocultable.
La postergación de la reforma laboral expuso el fracaso legislativo de Patricia Bullrich, que debió retroceder ante la presión combinada de la CGT, los sindicatos y un Congreso que no convalidó el avance del Gobierno sobre los derechos laborales. En ese escenario adverso, la ministra intenta ahora cerrar el año con la sanción del Presupuesto como tabla de salvación política.
Lejos de ser una decisión estratégica ordenada, el giro de Bullrich responde a una derrota concreta: la imposibilidad de reunir los votos necesarios para avanzar con una reforma laboral rechazada de plano por el movimiento obrero organizado. La CGT no solo fijó una posición clara, sino que movilizó, articuló y operó políticamente para frenar el proyecto oficial.
Durante las últimas semanas, la central obrera desplegó una intensa agenda de reuniones con senadores y diputados, explicando los alcances regresivos de la iniciativa y dejando en claro que no habría margen para consensos a espaldas de los trabajadores. Ese trabajo fino en el Congreso fue clave para vaciar de apoyo la ofensiva oficialista.
El punto de quiebre llegó el jueves pasado con la multitudinaria movilización a Plaza de Mayo, donde miles de trabajadores y trabajadoras marcaron un límite político y social. La masividad del acto dejó un mensaje contundente: la reforma laboral no pasa, y quien intente imponerla deberá pagar el costo.
En ese contexto, Bullrich optó por replegarse y apostar a la aprobación del Presupuesto como forma de cerrar el año sin una derrota total. Pero el movimiento es leído en el Congreso como lo que es: un intento de disimular el retroceso, mientras quedan en suspenso otras iniciativas sensibles como el financiamiento universitario y la emergencia en discapacidad.
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