24 de julio de 2025
Entonces, ¿quién representa mejor? ¿El que defiende principios pero necesita que otro firme para que los trabajadores cobren?
por
T. Ludlow
En tiempos de ajuste y discursos encendidos, las negociaciones paritarias del sector público se han transformado en un terreno de disputa no solo entre sindicatos y gobierno, sino también entre los propios gremios. Y en ese juego, hay verdades que rara vez se dicen en voz alta, pero que explican gran parte de lo que ocurre puertas adentro.
Por un lado, UPCN decidió sentarse a negociar, firmar el acta paritaria y dejar constancia de su disconformidad. En lugar de canalizar el conflicto hacia la confrontación pública, optó por insistir en el camino de la negociación formal. En un contexto de fuerte ajuste y endurecimiento por parte del Estado empleador, el sindicato consideró que la discusión paritaria era -en los hechos- la única vía disponible para obtener resultados concretos.
El resultado fue un acuerdo con aumento salarial -no el deseado, pero aumento al fin- y la preservación del pago del presentismo, que estaba en riesgo de ser eliminado. No se trató de una victoria épica, pero sí de una mejora tangible en un escenario extremadamente hostil.
Por otro lado, ATE Nacional adoptó una postura más combativa y rechazó públicamente el acuerdo, asegurando que no lo firmaría. Sin embargo, los hechos indican otra cosa: sí suscribió el acta, aunque dejando asentada su disconformidad, para poder percibir el aporte solidario que establece el convenio colectivo, un ingreso económico que solo se cobra si se firma el acuerdo.
Este movimiento no es casual. ATE atraviesa una situación económica delicada, agravada por el ajuste del Estado y por cientos de desafiliaciones en los últimos meses. En ese contexto, cobrar el aporte solidario se volvió una necesidad urgente para su estructura interna.
Paradójicamente, esta crisis interna reconfiguró también el mapa político del sindicato, generando un hecho inesperado: la reaparición conjunta de Rodolfo Aguiar, Daniel "Lucho" Fernández y Daniel Catalano. Los dos últimos, distanciados desde hace tiempo por razones extra sindicales, volvieron a compartir una mesa empujados por la urgencia.
A esto se suma otro dato objetivo: en sectores donde ATE tiene mayoría sindical y convenios colectivos propios, ha firmado acuerdos con porcentajes similares o incluso menores que los alcanzados por la paritaria general. Lo que vuelve a plantear una pregunta incómoda: ¿cuánto pesa el gesto simbólico si el resultado concreto es el mismo o peor?
Entonces, ¿quién representa mejor? ¿El que defiende principios pero necesita que otro firme para que los trabajadores cobren? ¿O el que acepta firmar lo que no le convence, para evitar que se pierda todo?
La discusión no es nueva, pero el contexto la vuelve urgente. Porque con un Estado que recorta y endurece posiciones, el dilema no es entre lo perfecto y lo malo, sino entre lo posible y la nada. Y cuando hay que elegir entre cobrar algo o nada, entre sostener derechos o perderlos, la coherencia no siempre está donde parece.
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